Viajemos a Commerce, un pueblecito en el Condado de Oakland en Michigan, a unas 25 millas de distancia de Detroit. El típico lugar donde una familia, buscando paz y tranquilidad, compraría una bonita casa con un amplio jardín para que jugaran los niños, verlos crecer, pasear por la orilla del lago y disfrutar de todos esos pequeños placeres de la vida.
Un sitio que parece sacado de un telefilm, y que no sería muy conocido más allá de las fronteras Condado de no ser por el hijo de los Hahn.
Eran los años 90. David Charles Hahn, o simplemente David, era el típico adolescente. Apasionado de los deportes, no destacaba en los estudios, y había visto divorciarse a sus padres. Vivía con su padre Ken y su nueva esposa Kathy en una casita en Commerce. Los fines de semana los pasaba con su madre Patty y su padrastro Michael muy cerca de su hogar, en Golf Manor.
David se había inscrito en los Boy Scouts como muchos otros niños de su vecindario y vivía como cualquier otro de su edad. Adoraba a su padre y estaba fascinado por trabajo, Químico. Tanto que Kathy, cuando David cumplió 10 años, decidió regalarle un libro de química para niños: “The Golden book of Chemistry Experiments”
Podeis descargar legalmente una copia del libro en Scribd.
David no tardó mucho tiempo en devorar el libro, y comenzó a estudiar los de su padre a la par que instalaba un pequeño laboratorio en el sótano.
Una noche después de cenar, cuando David tenía 14 años, bajó como de costumbre a realizar sus experimentos antes de ir a dormir. Todo parecía tranquilo hasta que, súbitamente, una fuerte explosión sacudió toda la vivienda. Entre el humo, los gritos de Ken y las lágrimas de Kathy mientras corrían aterrorizados para socorrer a su pequeño, este apareció entra la humareda con heridas en los ojos y un destornillador en la mano. Lo estaba usando para mezclar químicos en un recipiente, y el compuesto estalló. David había fabricado Nitroglicerina.
Nada más salir del hospital, y sin dudarlo un solo instante, Kathy prohibió a su hijo volver a hacer experimentos en casa. Ni corto ni perezoso, David trasladó sus chamuscadas posesiones a casa de Patty y Michael donde continuó con sus investigaciones.
Su padre, Ken, temía que su hijo terminara mal. Pero tuvo una idea. ¿Que tal si convencemos a David para que consiga una insignia de Eagle Scout?
Era un objetivo bastante difícil de conseguir. Entre los requisitos figura conseguir 21 medallas al mérito, y eso le llevaría bastante tiempo. El suficiente para que abandonara esos experimentos que tanto preocupaban a toda la familia. Poco antes de cumplir los 15, David consiguió su primera medalla… en Energía Nuclear.
Y esto fue sólo el principio. Se marcó un nuevo y ambicioso objetivo: quería crear un nuevo tipo de combustible capaz de sustituir al petróleo, pero para eso necesitaba construir herramientas muy específicas; concretamente un cañón de neutrones con la que producir un elemento fisionable: el Uranio-233.
Sin pensarlo mucho, escribió a la Nuclear Regulatory Commision fingiendo ser un profesor de física de la Chippewa Valley High School buscando información sobre isotopos radiactivos para una clase. Y consiguió casi toda la información que necesitaba. A fin de cuentas, se trataba de un profesor que buscaba cualquier tipo de isótopo que pudiera serle útil y fácil de conseguir.
De esa forma, supo que el Americio-241 se usaba en detectores de humo. Así que puso en marcha la segunda parte de su plan.
Manteniendo su tapadera de profesor, comenzó a preguntar en varias empresas, solicitando muestras en gran cantidad para un experimento escolar. Una de ellas le vendió un lote de 100 unidades averiadas, a 1$ la unidad.
americioCon mucha paciencia, desmontó los detectores hasta encontrar los pequeños discos de Americio. Puso el material en un bloque de plomo con un pequeño agujero por el cual saldría la radiación Alfa.
Apuntó el haz hacia una pequeña placa de aluminio, que al recibir la radiación emitiría neutrones.
Ya tenía su cañón de neutrones. Ahora necesitaba un elemento que al ser bombardeado produjera Uranio-233 y que fuera fácil de conseguir. Continuó investigando y encontró su objetivo: lámparas de gas.
Realmente no necesitaba toda la lámpara, sólo la camisa de tela que recubre el quemador y es la responsable de producir la luz. Esta tela está impregnada de un compuesto que contiene una ínfima cantidad de Torio-232. Si bombardeaba el Torio con el haz de neutrones, este absorbería un neutrón y se convertiría en su precioso Uranio-233. Ahorrando todo lo que puedo, compró miles de caperuzas, las quemó y guardó las cenizas. Ahora necesitaba separar el Torio.
Para purificarlo, compró cientos de pilas de litio en tiendas de electrónica, las abrió, extrajo el litio, lo trituró lo mejor que pudo, y lo mezcló con las cenizas de las caperuzas.
Envolvió la mezcla en papel de aluminio, la calentó con un mechero Bunsen de su laboratorio y obtuvo lo que estaba buscando: Torio purificado.
En ese momento se dispuso al paso final: bombardear el Torio-232 con el cañón de neutrones.
Completamente emocionado, puso el Torio en posición, dirigió el cañón de neutrones hacia él… y no ocurrió nada. Su cañón no tenía potencia suficiente. Frustrado por este contratiempo, decidió pasar a mayores. Nada de usar materiales tan poco potentes; lo mejor era usar algo más efectivo, pero también más peligroso: Radio, Berilio y Uranio.
Conseguir el Radio sería su primer objetivo, pero sabía donde buscar: en relojes antiguos.
Los fabricantes de relojes pintaban las agujas con un esmalte que contenía Radio, lo cual permitía ver la hora en la oscuridad. Sin embargo, antes necesitaba otra cosa: dinero.
Los relojes antiguos, salvo por desconocimiento del vendedor, no son nada baratos. David necesitaría cientos de ellos para arañar la pintura de las manecillas y obtener la cantidad necesaria de Radio. El tiempo que le llevaría conseguir el material le preocupaba: era demasiado. Sin embargo, esto no hizo mella en su empeño.
Armado de una paciencia infinita, David trabajaba en cualquier cosa que pudiera proporcionarle algo de efectivo para adquirir sus preciados relojes. Poco a poco, consiguió hacerse con una buena colección de ellos a los que desmontaba cuidadosamente el cristal para acceder a la pintura que raspaba delicadamente para no perder ni un gramo.
Sin embargo, no resultaba demasiado productivo, y necesitaba conseguir mayores cantidades.
Un día, el destino pareció sonreirle. En una tienda de antigüedades, encontró un reloj de sobremesa antiguo. Estaba estropeado, y sólo costaba 10$, así que lo compró sin pensarlo mucho, sabiendo que sólo obtendría de nuevo unos pocos gramos de pintura.Y al desmontarlo encontró algo muy habitual en los objetos de época: un cajón secreto. Dentro había un frasco con pintura de Radio casi lleno. Dejó secar la pintura hasta conseguir sales de Radio, y vió algo que no le gustó. El brillo mortecino del Radio parecía especialmente intenso. La radiación estaba más que presente, y le resultaba evidente que se estaba exponiendo a ella, contaminándose.
Pensó en abandonar antes de empeorar la situación, pero poco después, un amigo le proporcionó una lámina de Berilio que había conseguido de un laboratorio.
Tenía todo lo que necesitaba. Reemplazó el Americio del bloque de plomo por el radio, colocó mineral de Pechblenda pulverizado en posición, y comenzó a bombardearlo. Lo había conseguido: estaba fabricando Uranio-233. Su plan funcionaba, ahora “sólo” necesitaba construir un reactor nuclear que le permitiese generar electricidad para la casa.
Usando unos planos que encontró en los libros de texto de su padre, construyó un contenedor con los medios de que disponía. Mezcló Radio, Americio, Berilio y Aluminio, y lo envolvió en papel de aluminio. Luego hizo una cubierta proyectora usando cinta adhesiva, cubos de torio, lo espolvoreó con polvo de Uranio y envolvió la bola de papel de aluminio con ella.
La radiación se detectaba a más de 500m de su casa, y se dió cuenta de lo que había hecho. Tenía que deshacerse de todo. No sólo estaba poniéndose en peligro él mismo, sino a su familia y a sus vecinos. Acababa de cumplir 17 años.
Sin pensarlo mucho, repartió su laboratorio entre la casa de su madre, la de su padre, y decidió buscar un sitio en su coche para hacer desaparecer el resto. Cargó el maletero con todo lo que pudo, y salió a la carretera buscando un sitio para deshacerse de las pruebas. Encontró un rinconcito en un arcén que parecía perfecto para eliminarlas; cuando estaba a punto de hacerlo, apareció la policía.
Un vecino había visto a David subiendo y bajando de un coche, buscando algo, y le pareció sospechoso.
Al abrir el maletero a requerimiento de los agentes, estos vieron una cinta con unos cubos metálicos, manchada de polvo, barras metálicas y montones de herramientas extrañas.
Fueron a tocarlas para ver de que se trataba, y en ese momento David les avisó de que se trataba de material radioactivo.
Fue detenido como sospechoso de intentar crear una Bomba sucia, y se declaró una alerta de seguridad nuclear en la zona. La administración tuvo que montar un colosal dispositivo de emergencia para eliminar todos los residuos en contenedores de hormigón, y enterrarlos en una zona segura.
David pareció arrepentirse de lo que había hecho, y se alistó en la marina, donde fue asignado al USS Enterprise… a reactores nucleares. Una vez licenciado, comenzó una vida nueva.
El 1 de Agosto de 2007 fue arrestado de nuevo acusado de robar detectores de humo de edificios en obras y abandonados, que la policía encontró en grandes cantidades desmontados en su apartamento. En su cara, había cicatrices por haber estado expuesto a radiación.
David Hahn falleció el 27 de Septiembre de 2016, con tan sólo 39 años en Shelby Charter Township, Michigan por intoxicación etílica.